Por Roberto Grau
Dr. en Bioquímica, Pew Latin American Fellow in Biological Sciences, Fulbright International Scholar, Profesor de Microbiología de la UNR e Investigador del CONICET.
Según lo establecido por la asamblea general de la Organización de las Naciones Unidas del año 2008, el 2 de abril es el día mundial de concientización sobre el Autismo (1). Durante los últimos años, se avanzó mucho sobre la inclusión y acceso a la educación de personas con transtornos del espectro autista (TEA). Sin embargo, la pandemia y el aislamiento social obligatorio impuesto durante meses y meses por la enfermedad COVID-19 produjo graves daños en los avances alcanzados por las personas con TEA debido al cierre de las escuelas, interrupción de las rutinas, servicios y apoyaturas durante el periodo de aislamiento y cuarentena. Esta interrupción de la educación y aprendizaje causada por la pandemia hizo retroceder en años el progreso que se había alcanzado en la inclusión de las personas con condición autista. Ahora bien, ¿En qué consiste el TEA? Y ¿Cuáles son sus causas y posibles terapias para combatirlo? El TEA es una enfermedad neuronal de base genética consistente en un deterioro de la comunicación de las neuronas (especialmente en la capacidad de comunicación, sinapsis, y su sincronización o plasticidad) que produce problemas en la comunicación y el comportamiento de la persona afectada. Los TEA se presentan con una frecuencia del (1-2) % de la población y se manifiestan generalmente durante los 12 a 18 primeros meses de vida. Los problemas de comportamiento y comunicación de la persona con condición autista se pueden manifestar en los estados de ánimo, la resiliencia, el contacto visual, dificultad para ver cara a cara o escuchar al otro, compartir poco lo que les gusta ya sea un objeto o una parte del mismo, problemas para la conversación y lenguaje pasando por distintos tonos de voz, problemas para dormir, el enfoque y la capacidad de concentración, dificultad para comunicarse e interaccionar con otras personas, dificultad para pasar de una actividad a otra, convulsiones, problemas de control de esfínteres, irritabilidad, ansiedad y agresión
entre otras manifestaciones. También es común que las personas con TEA sobresalgan por poseer una gran memoria visual y auditiva, y gran facilidad para las matemáticas, la música y las artes. Obviamente, no todos estos síntomas se presentan simultáneamente en la persona con condición autista, sino solo algunos de ellos; pero un síntoma indeseable que sí se presenta en la mayoría de las personas con TEA son los problemas gastrointestinales que van desde la constipación a las diarreas crónicas (2). Los transtornos asociados al TEA se deben a un problema genético en un (80-85) % de los
casos y a problemas ambientales en el (15-20) % restante. La causa genética se debe a la herencia desde alguno de los padres de uno o varios genes con mutaciones asociadas al TEA (hoy en día se conocen más de un centenar de genes vinculados al TEA) y los factores o causas ambientales si bien son más difusas, están relacionadas con la edad avanzada de los padres (en especial del varón) al momento de la concepción, enfermedades genéticas (como fragilidad del cromosoma X, síndrome de Down, enfermedades autoinmunes) por parte de alguno de los progenitores, tipo de parto (natural o por cesárea), complicaciones o bajo peso al nacer, alto consumo de antibióticos por parte de la madre durante el embarazo, parto prematuro, polución y contaminación ambiental. Si bien aún no existe una cura para el TEA, sí existen tratamientos que ayudan a mejorar la calidad de vida de la persona autista y su círculo más íntimo de personas. En particular, varias de las causas ambientales vinculadas con una mayor posibilidad de padecer TEA tienen que ver con una alteración simultánea de la flora o microbiota intestinal de la persona ¿Abre esto una posibilidad para intervenir /influenciar sobre la microbiota intestinal de manera de mejorar la calidad de vida de la persona con condición autista? La respuesta es SÍ (3-4).
La microbiota intestinal es el conjunto de microorganismos, siendo los más estudiados las bacterias, que viven dentro del trato gastrointestinal de la persona. Un buen equilibrio de esta flora o microbiota (eubiosis) se asocia a un buen estado inmunológico, nervioso y de salud en general. Por el contrario, un desbalanceo en la proporción de las bacterias (diversidad) que conforman esta microbiota (disbiosis) se asocia a una mayor
predisposición a enfermedades de diversa índole, incluidas las neurodegenerativas y el TEA. Probablemente por ello se observa la asociación de problemas gastrointestinales, inconvenientes durante el embarazo o el parto, ingesta de antibióticos, partos por cesárea, como los mencionados anteriormente y sus vínculos con el desarrollo del TEA, ya que son todos factores “ambientales” o nutricionales que influyen sobre la composición
(calidad) de la flora intestinal y ésta sobre la manifestación o agravamiento del TEA al influir sobre la expresión de genes vinculados al TEA (a través de la epigenética y el eje intestino – cerebro). A consecuencia de esto, dentro de las terapias más recientes para mejorar la calidad de vida de la persona con TEA se encuentra el complementar la alimentación con la incorporación de bacterias beneficiosas de la microbiota y/o probióticos estables y efectivos como la cepa de origen japonés, consumida desde hace más de mil años por el pueblo japonés, Bacillus subtilis natto y que en nuestro país se encuentra representada por la cepa Kyojin DG101 (5). En un trabajo reciente (6) se hicieron tres transferencias de microbiota intestinal desde personas sanas a chicos con TEA en un periodo de tiempo de dos meses y se logró revertir (mejorar) de manera significativa la sintomatología del TEA durante al menos otros dos a tres meses. Este estudio sobre transferencia de microbiota muestra una nueva manera (aún no utilizada en
Argentina) para mejorar la calidad de vida de la persona con condición autista. Posiblemente, el efecto se pierde luego de unos meses del tratamiento debido a que la flora intestinal benéfica incorporada es desplazada por la flora autóctona, desbalanceada, del paciente. Si esto fuese así, una manera de prolongar o hacer durar más tiempo los efectos beneficiosos de la transferencia de microbiota en personas con condición autista, sería la co-administración simultánea o a posteriori de probióticos estables representados por cepas respaldadas científicamente como Bacillus subtilis PXN-2 de Inglaterra (probiótico Bio-Kult de Inglaterra) y Bacillus subtilis DG101 (probiótico Kyojin de Argentina).
Referencias
1. Asamblea General Naciones Unidas (2008). A/RES/62/139.
2. Jutla A, Reed H, and Veenstra-Vander Weele J. The architecture of autism spectrum disorder risk. What do we know, and where do we go from here? JAMA Psychiatric. Published online July 17, 2019.
3. Mangiola F, Ianiro G, et al. (2016). Gut microbiota in autism and mood disorders. World Journal of Gastroenterology, 22 (1): 361-368.
4. Vuong H, and Hsiao E. (2017). Emerging roles for the gut microbiome in autism spectrum disorders. Biological Psychiatry 81: 411-423.
5. www.kyojin.com.ar
6. Kang D-W, Adams J, Gregory A, et al. (2017). Microbiota transfer therapy alters gut ecosystem and improves gastrointestinal and autism symptoms: an open-label study. Microbiome 5:10. DOI: 10.1186/s40168-016-0225-7.
7. VidyaLaxme B, Rovetto A, Grau R, and Agrawal R (2014). Synergistic effects of probiotic Leuconostoc mesenteroides and Bacillus subtilis in malted ragi (Eleucine corocana) food for antagonistic activity against Vibrio cholerae and other beneficial properties. J. Food Sci. Tech. 51 (11): 3072-82. doi: 10.1007/s13197-012-0834-5.